Y entra una asesora de mi equipo, con una hermosa orquídea violeta en una matera de cerámica, me mira con una sonrisa envuelta en desdén, porque las mujeres en ese entorno no teníamos otra forma de mirarnos, y me dice:
\»Jefe, Feliz Navidad. Te regalo esta orquídea, pero estoy segura de que se te va a morir.”
Yo la miro con sorpresa y recibo la orquídea, recordándome por qué estoy en este cargo:
Y ella me mira con un tono de burla y dice, “\’¡He visto que las plantas que has traído acá se han muerto todas! ¡Tú no sabes cuidar de tus plantas!” y con una risa se voltea y se va.
Cuando llego a mi apartamento esa noche, miro a mi alrededor y veo mis escuálidas plantas, que ya había sembrado varias veces, y que no habían prosperado; especialmente unos cartuchos, bellas flores blancas que siempre me han intrigado por su belleza y que no habían crecido en mi jardín a pesar de varios intentos. Y un mes después, inspiré la gran y casi macabra satisfacción de mi colega de la oficina, de ver que mi orquídea había muerto. Y esa orquídea muerta se volvió el símbolo mismo de la aridez que sentía en mi vida. Y seis meses después, viví en dramática sucesión la ruptura de mi matrimonio de 17 años, mi renuncia a mi esplendoroso cargo, y un tumor detectado en un chequeo de rutina. No tuve opción sino parar. No tuve opción sino renunciar, soltar, poco a poco todo lo que antes me definía. Mi cargo, mis títulos, la estabilidad y seguridad de mi matrimonio. Y entré profundo. Me fui de-construyendo poco a poco, me fui quemando como un gran árbol que se quema lentamente en un incendio.Hasta que llegué a mis pies. No sabía qué iba a pasar, solamente sabía que debía entrar en mi propio silencio, en mi propia oscuridad para volver a re-conocerme. Y comencé por ver mis raíces. Por reconocerme dentro de mi sistema y mi familia, y honrar mi propio lugar en este Universo. Y fui abonando la tierra, poco a poco empecé a ver brotes de vida. Y lentamente, fui creciendo nuevamente como crece una planta. Nutrí la salvia de mi tronco. Nutrí mis huesos y mi conexión con la Vida. Estaba en mi proceso de transformación.
Muy lentamente, fui emergiendo a la vida exterior. Comenzó a emerger mi voz propia. Comencé a manifestar la vida que venía soñando y atrayendo, una vida coherente con mi esencia, mi propósito y mi espíritu. Una vida creativa y auténtica.
Aprendí que al sanar mi energía femenina, empecé sin esfuerzo a manifestar la abundancia que tanto había anhelado.




Un abrazo de Musa,
Alejandra Torres.