El amor es como un colibrí que nos visita durante un segundo eterno. Sus alas se mueven de manera iridiscente. Vuelan como magia suspendida. Parecen desafiar la gravedad y el tiempo. Un instante se convierte en un eterno presente. Su belleza es indescriptible. Cuando vienen, algo en nosotras siente que esa visita es para nosotras y sólo nosotras, y que constituye un mensaje del amor y la magia de la vida. Se siente elación, magia y sincronía.
Porque el amor y la magia están conectados. Es una sensación de algo tan hermoso, tan fuera del mundo normal, tan como los cuentos de hadas. O la magia.
Así es como siento el amor, cuando llega. Como un inesperado y a la vez muy secretamente esperado y anhelado suceso. Porque debo admitir, soy una romántica. Y con los años, me he vuelto un poco testaruda en el tema. Para mí, si no hay esa conexión y esa magia, me voy más rápido que el mismo colibrí al que aguardo tan silenciosa y secretamente.
Porque hay una parte de mi alma que sabe que debajo de lo aparente, hay unas dimensiones que trascienden nuestros sentidos y que nos llevan a un estado surreal, eterno, trascendente. Eso es el Amor para mí. Algo que llama a la Unidad. A la perfección del momento presente. A la belleza. A la conexión entre dos seres, o a un nivel más amplio, la conexión natural y espontánea que hay entre muchos de nosotros. Es un momento de no sentir miedo. De abrirte al momento, de abrir tus alas. Y de volar.
Y sí, deseo sentir amor. Deseo sentir ese sentido de maravilla y de fe, de entregarme a algo más grande que muestra la belleza del universo, y muestra cómo nosotros somos una gota pequeña en el mar eterno de la Vida. Una perla que pide ser vista, celebrada y amada.
Irónicamente, apenas me doy cuenta y mi mente ve que al frente mío hay un mensaje y un Mensajero del Amor, termino saboteando la belleza y la perfección del momento. Mi primer impulso es agarrar al colibrí y sostenerlo en mis manos para que no se vaya. Y este es un reflejo, un instinto de cazadora que desarrollé desde muy pequeña, el cual surgió como respuesta a mis heridas de pequeña de no sentirme amada, de sentirme abandonada.
Entonces en un segundo y sin darme cuenta, me agarro. Y el colibrí por supuesto se siente espichado, siente que perdió su libertad. Se siente atafagado de repente; luego de venir a traerme un mensaje de amor y de magia, resulta que la receptora de ese mensaje de amor resulta tratando de controlar la situación y el momento.
Ahhh… ¿cómo nos damos cuenta que el amor es una danza? ¿Cómo aprendemos a danzar el Amor? Yo honestamente lo sigo aprendiendo.
El saber cuando expresar y cuando callar
El saber cuando bailar y cuando dejar ir
El aprender a dar y recibir en igual medida … Soltar el control…
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Un abrazo de Musa,
Alejandra Torres