Hola Musa,
Te cuento una historia. Era el año 2011. Luego de varios años trabajando en proyectos ambientales como Consultora en el Banco Mundial, y haber trabajado muy diligentemente reconstruyendo y reposicionando mi empresa de familia en temas de sostenibilidad, me llamaron a una entrevista para el cargo de Jefe de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ambiente. Como me dijo el Ministro, yo sería la canciller del tema ambiental en el país. Este trabajo me daba mucha ilusión, porque quería servir a mi país y también al planeta: quería ser parte de las negociaciones que fueran llevadas a cabo a nivel mundial y ejercer un cargo de verdadero liderazgo. Justo en esos momentos, Paula Caballero, una mujer muy valiente en la Cancillería de Colombia, estaba proponiendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible en Naciones Unidas, lo cual era algo histórico. Me encantaba ser parte de esto y de otros acuerdos internacionales ambientales que se estaban gestando en torno al mercurio y a la biodiversidad, así como la posibilidad de gestar recursos internacionales históricos para temas ambientales, como la Amazonia.
Sin embargo, algo se estaba agrietando en mí. De pronto eran lo viajes permanentes que tenía que hacer por mi cargo, lejos de mis hijos y mi esposo. De pronto era la demanda constante y continua de presiones externas, de personas a las que debía servir con mi presencia y diligencia. De pronto era una sensación que comenzó en mi vida de aridez, de que todo era demasiado perfecto y rígido. De que no podía nutrirme, recargarme, tomar un respiro, dejarme soltar y ser más auténtica. Más libre.
En esa imagen que yo había construido del liderazgo bastante perfeccionista y exigente, yo tenía listas eternas de quehaceres que nunca terminaban. Mi modelo de liderazgo, o al menos lo que había practicado hasta ese momento, era un liderazgo centrado en el Hacer. Este hacer se manifestaba por medio de planes de acción y hojas de Excel que yo manejaba muy bien, en el detalle meticuloso de cada número e indicador de impacto. Y en estar tan al servicio de los demás y de todo lo que se me exigía en cuanto a viajes, reuniones y documentos, que me dejaba a mí misma muchas veces de últimas en esa lista.
Mi estilo de liderazgo exigía estar casi siempre en ese lugar de medición y control. Debía tener una impasividad ante las personas, que me forzaba a ser algo menos que completa o íntegra en mi corazón. Mis emociones, así como a mis hijos, los tenía que dejar en mi casa. Después de haber sido una mamá tan presente, esto me rompía por dentro.
Hacía reuniones semanales para escuchar a mi creciente y variado equipo, y tenía buenas herramientas de liderazgo porque las había aprendido en el camino por medio de mi empresa de familia, la cual lideré con un liderazgo y gobierno colaborativo centrado en valores que aprendí de mentores buenísimos y que supe aplicar de manera colectiva e innovadora.
Y ni así, ni con esas herramientas que venía desarrollando y aprendiendo, logré ejercer un liderazgo equilibrado en este cargo ni en este entorno tan gubernamental, institucional y pesado. A pesar de tener herramientas, la presión del entorno era tal que me obligaba a presionar, a cuidar mis espaldas, a ser rígida, a apagar incendios, y a centrar mis esfuerzos en exigir y monitorear resultados, poniendo a veces el indicador de impacto por encima del bienestar del equipo e incluso de mi propia salud.
Cuando me miré y me transformé, comencé a labrar mi propio camino
Luego de un año de sanarme y transformarme, entre el 2014 y 2015 surgió en mí un nuevo propósito de vida porque un día me di cuenta de que quería acompañar a más mujeres que como yo están transitando sus Caminos de la Heroína y en momentos críticos de transformación en sus vidas. Mujeres que desean cultivar un liderazgo más libre, auténtico y pleno, equilibrando y nutriendo sus energías femeninas, sanando desequilibrios y aprendiendo a liderar desde el equilibrio entre sus dos dimensiones.
Creo que el liderazgo femenino y sus principios se necesitan ahora más que nunca. Esta idea puede transformar a empresas y líderes, de todos los géneros y convicciones, a generar liderazgos más conscientes y regenerativos.
Porque el planeta nos necesita empoderados y equilibrados, con capacidad de sanar, amar, compartir y colaborar a crear las nuevas estructuras y paradigmas de liderazgo necesarios para nuestra propia supervivencia y bienestar.
Porque en estos momentos los principios femeninos están transformando al mundo, volviéndolo más responsable, consciente, y sostenible.
El liderazgo femenino es el liderazgo transformador que se requiere para sembrar un mundo más sostenible.
Mi Curso Virtual: ¡Actívate, Mujer Emprendedora y Creativa!, es único porque no existen programas en el Mundo Hispanoparlante que acompañan a la Emprendedora en su rol de líder con propósito.
Hay muchos programas que se enfocan en darte herramientas técnicas para tu emprendimiento. Muchas veces, estos programas se quedan cortos porque omiten lo más importante:
TÚ y tu Capacidad de Crear y Gestar, de Liderar de manera coherente contigo. De Ser la Voz y el Canal de eso que estás gestando, y Diferenciarte del montón de emprendimientos que surgen cada día.
Y todo esto, sin la Fatiga y el Burnout que hoy en día acompaña a más del 60% de las mujeres fundadoras.
En este curso NUEVO ACÁ, te acompaño a ti como mujer líder, como gestora de tu emprendimiento, como el centro de todos tus resultados. Sé que todo está en ti.
¡Sólo necesitas el espacio, la mentoría y la inspiración necesaria para que generes esa claridad interior, accedas a tu infinita sabiduría, y puedas tomar las mejores decisiones para ti y tu empresa!
Un abrazo de Musa,
Alejandra Torres.